"Siempre te reencuentras con quien amaste en el pasado"

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jueves, enero 19, 2012

Reto literario XIV y XV

Sí, es verdad, me he retrasado un poquito. Ok, no un poquito, bastante y sí, estoy consciente de ello, pero ahora que ha empezado la universidad (y que ahora sí promete ser un colador de estudiantes - habrá que esforzarse) solo podré subir unos dos o uno de vez en cuando, porque hacer las entradas toma tiempo y búsqueda (lo sabrán las blogueras y blogueros), te vuelves hábil con los años, pero no eres Flash tampoco.

Sólo les dejaré dos y discúlpenme, por favor.

Sigamos con el reto de Personajes literarios.


14- Personaje menos inteligente o sabio

Lydia Bennet de la novela Orgullo y Prejuicio de Jane Austen



Dejemos que el mismo Sr. Bennet nos diga que piensa de sus hijas (y a mi modo de ver, en especial, Lydia)

Fragmento:

"––Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Bingley se alegrará mucho de veros; y tú le llevarás unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré alguna palabra en favor de mi pequeña Lizzy.

––Me niego a que hagas tal cosa. Lizzy no es en nada mejor que las otras, no es ni la mitad de guapa que Jane, ni la mitad de alegre que Lydia. Pero tú siempre la prefieres a ella.

––Ninguna de las tres es muy recomendable ––le respondió––. Son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Lizzy tiene algo más de agudeza que sus hermanas.

––¡Señor Bennet! ¿Cómo puedes hablar así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios".

Y ahora, veamos lo que opina Lizzie

Fragmento:

"- No me entiendes. No me quejo de eso. No denuncio peligros concretos, sino generales. Nuestro prestigio y nuestra respetabilidad ante la gente serán perjudicados por la extrema ligereza, el desdén y el desenfreno de Lydia. Perdona, pero tengo que hablarte claramente. Si tú, querido padre, no quieres tomarte la molestia de reprimir su euforia, de enseñarle que no debe consagrar su vida a sus actuales pasatiempos, dentro de poco será demasiado tarde para que se enmiende. Su carácter se afirmará y a los dieciséis años será una coqueta incorregible que no sólo se pondrá en ridículo a sí misma, sino a toda su familia; coqueta, además, en el peor y más ínfimo grado de coquetería, sin más atractivo que su juventud y sus regulares prendas físicas; ignorante y de cabeza hueca, incapaz de reparar en lo más mínimo el desprecio general que provocará su afán de ser admirada. Catherine se encuentra en el mismo peligro, porque irá donde Lydia la lleve; vana, ignorante, perezosa y absolutamente incontrolada. Padre, ¿puedes creer que no las criticarán y las despreciarán en dondequiera que vayan, y que no envolverán en su desgracia a las demás hermanas?"

¿Qué pienso yo?

Lo gracioso de todo el asunto es que debo y estoy de acuerdo con las citas de los libros. Lydia es por mucho el personaje más tonto que he visto en toda la literatura y este sentir es perdurable. Basta leer Orgullo y Prejuicio o ver la película o la miniserie para comprobarlo.

15- Personaje más enamoradizo

Romeo de la obra teatral Romeo y Julieta escrita por William Shakespeare



Fragmento:

"Benvolio: Sólo faltaba una hora para que el sol amaneciese por las doradas puertas del Oriente, cuando salí a pasear, solo con mis cuidados, al bosque de sicomoros que crece al poniente de la ciudad. Allí estaba tu hijo. Apenas le vi me dirigí a él, pero se internó en lo más profundo del bosque. Y como yo sé que en ciertos casos la compañía estorba, seguí mi camino y mis cavilaciones, huyendo de él con tanto gusto como él de mí.
Señora de Montesco: Dicen que va allí con frecuencia a juntar su llanto con el rocío de la mañana y contar a las nubes sus querellas, y apenas el sol, alegría del mundo, descorre los sombríos pabellones del tálamo de la aurora, huye Romeo de la luz y torna a casa, se encierra sombrío en su cámara, y para esquivar la luz del día, crea artificialmente una noche. Mucho me apena su estado, y sería un dolor que su razón no llegase a dominar sus caprichos.
Benvolio: ¿Sospecháis la causa, tío?
Montesco: No la sé ni puedo indagarla.
Benvolio: ¿No has podido arrancarle ninguna explicación?
Montesco: Ni yo, ni nadie. No sé si pienso bien o mal, pero él es el único consejero de sí mismo. Guarda con avaricia su secreto y se consume en él, como el germen herido por el gusano antes de desarrollarse y encantar al sol con su hermosura. Cuando yo sepa la causa de su mal, procuraré poner remedio.
Benvolio: Aquí está. O me engaña el cariño que le tengo, o voy a saber pronto la causa de su mal.
Montesco: ¡Oh si pudieses con habilidad descubrir el secreto! Ven, esposa.

(Entra Romeo)

Benvolio: Muy madrugador estás.
Romeo: ¿Tan joven está el día?
Benvolio: Aún no han dado las nueve.
Romeo: ¡Tristes horas, cuán lentamente camináis! ¿No era mi padre quien salía ahora de aquí?
Benvolio: Sí por cierto. Pero ¿qué dolores son los que alargan tanto las horas de Romeo?
Romeo: El carecer de lo que las haría cortas.
Benvolio: ¿Cuestión de amores?
Romeo: Desvíos.
Benvolio: ¿De amores?
Romeo: Mi alma padece el implacable rigor de sus desdenes.
Benvolio: ¿Por qué el amor que nace de tan débiles principios, impera luego con tanta tiranía?
Romeo: ¿Por qué, si pintan ciego al amor, sabe elegir tan extrañas sendas a su albedrío? ¿Dónde vamos a comer hoy? ¡Válgame Dios! Cuéntame lo que ha pasado. Pero no, ya lo sé. Hemos encontrado el amor junto al odio; amor discorde, odio amante; rara confusión de la naturaleza, caos sin forma, materia grave a la vez que ligera, fuerte y débil, humo y plomo, fuego helado, salud que fallece, sueño que vela, esencia incógnita. No puedo acostumbrarme a tal amor. ¿Te ríes? ¡Vive Dios!...
Benvolio: No, primo. No me río, antes lloro.
Romeo: ¿De qué, alma generosa?
Benvolio: De tu desesperación.
Romeo: Es prenda de amor. Se agrava el peso de mis penas, sabiendo que tú también las sientes. Amor es fuego aventado por el aura de un suspiro; fuego que arde y centellea en los ojos del amante. O más bien es torrente desbordado que las lágrimas acrecen. ¿Qué más podré decir de él? Diré que es locura sabia, hiel que emponzoña, dulzura embriagadora. Quédate adiós, primo.
Benvolio: Quiero ir contigo. Me enojaré si me dejas así, y no te enojes.
Romeo: Calla, que el verdadero Romeo debe andar en otra parte.
Benvolio: Dime el nombre de tu amada.
Romeo: ¿Quieres oír gemidos?
Benvolio: ¡Gemidos¡ ¡Donosa idea! Dime formalmente quién es.
Romeo: ¿Dime formalmente?... ¡Oh, qué frase tan cruel! Decid que haga testamento al que está padeciendo horriblemente. Primo, estoy enamorado de una mujer.
Benvolio: Hasta ahí ya lo comprendo.
Romeo: Has acertado. Estoy enamorado de una mujer hermosa.
Benvolio: ¿Y será fácil dar en ese blanco tan hermoso?
Romeo: Vanos serían mis tiros, porque ella, tan casta como Diana la cazadora, burlará todas las pueriles flechas del rapaz alado. Su recato la sirve de armadura. Huye de las palabras de amor, evita el encuentro de otros ojos, no la rinde el oro. Es rica, porque es hermosa. Pobre, porque cuando muera, sólo quedarán despojos de su perfección soberana.
Benvolio: ¿Está ligada a Dios por algún voto de castidad?
Romeo: No es ahorro el suyo, es desperdicio, porque esconde avaramente su belleza, y priva de ella al mundo. Es tan discreta y tan hermosa, que no debiera complacerse en mi tormento, pero aborrece el amor, y ese voto es la causa de mi muerte.
Benvolio: Déjate de pensar en ella.
Romeo: Enséñame a dejar de pensar.
Benvolio: Hazte libre. Fíjate en otras.
Romeo: Así brillará más y más su hermosura. Con el negro antifaz resalta más la blancura de la tez. Nunca olvida el don de la vista quien una vez la perdió. La beldad más perfecta que yo viera, sólo sería un libro donde leer que era mayor la perfección de mi adorada. ¡Adiós! No sabes enseñarme a olvidar.
Benvolio: Me comprometo a destruir tu opinión.

(...)

Benvolio: Rosalía a quien adoras, asistirá a esta fiesta con todas las bellezas de Verona. Allí podrás verla y compararla con otra que yo te enseñaré, y el cisne te parecerá grajo.
Romeo: No permite tan indigna traición la santidad de mi amor. Ardan mis verdaderas lágrimas, ardan mis ojos (que antes se ahogaban) si tal herejía cometen. ¿Puede haber otra más hermosa que ella? No la ha visto desde la creación del mundo, el sol que lo ve todo.
Benvolio: Tus ojos no ven más que lo que les halaga. Vas a pesar ahora en tu balanza a una mujer más bella que esa, y verás cómo tu señora pierde de los quilates de su peso, cotejada con ella.
Romeo: Iré, pero no quiero ver tal cosa, sino gozarme en la contemplación de mi cielo.

(...)

Romeo(A su criado): Dime, ¿qué dama es la que enriquece la mano de ese galán con tal tesoro?
Criado: No la conozco.
Romeo: El brillo de su rostro afrenta al del sol. No merece la tierra tan soberano prodigio. Parece entre las otras como paloma entre grajos. Cuando el baile acabe, me acercaré a ella, y estrecharé su mano con la mía. No fue verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos.

(...)

Romeo(Cogiendo la mano de Julieta): Si con mi mano he profanado tan divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.
Julieta: El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero sólo ha de besar manos de santo.
Romeo: ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
Julieta: Los labios del peregrino son para rezar.
Romeo: ¡Oh, qué santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios. Rece el labio y concededme lo que pido.
Julieta: El santo oye con serenidad las súplicas.
Romeo: Pues oídme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me purifican. (La besa)
Julieta: En mis labios queda la marca de vuestro pecado.
Romeo: ¿Del pecado de mis labios? Ellos se arrepentirán con otro beso. (Torna a besarla)
Julieta: Besáis muy santamente.
Ama: Tu madre te llama."

¿Porqué lo escogí?

Contrario a las muchas adaptaciones de esta gran obra, la mayoría olvida la parte del inicio del libro, donde Romeo "sufre por amor" a una mujer imposible: Rosalía, la que ha hecho votos de castidad a Dios, ¿qué les parece? Lo que yo creo aquí, es que Romeo es un apasionado que se entrega por completo a sus sentimientos y a sí mismo, sin restricciones ni represiones (quizás por su personalidad, quizás por su juventud) y al no ser correspondido con Rosalía "sufre cruelmente". (Entonces, lo que quiero decir es que no es un enamoradizo, sino un apasionado, que son dos cosas diferentes; podríamos decir que lo de Rosalía era un capricho y lo de Julieta sí era amor - así salvamos al pobre Romeo - sin embargo, tenía que escoger uno, así que el pobre - lo crea yo así o no- tenía que entrar aquí - aunque ya aclaré el asunto). Ahora, para no darles spoiler, solo les diré que Julieta es igual a él: me refiero igual de apasionada y entregada, pero con cierto recato al principio (Obvio, es mujer, peligra la reputación y el corazón de una mujer es más frágil, estamos más atadas a las opiniones que ellos y esto hasta las feministas, lo sabemos muy bien, ¡faltaba más!), léanla, se los sugiero muchísimo, léanla, se lee en una hora para un lector-blogger y es sumamente encantadora: Todo. Los diálogos, la historia, los caracteres, etc.

Leer online Romeo y Julieta

¡Un saludo!

domingo, enero 15, 2012

Reto: Personajes literarios XI, XII Y XIII

Lo siento por haberme desaparecido unos días, pero (y no, no tengo excusa que valga, favor colgarme) aquí estoy de regreso y para estar al día, les dejo los retos que no he puesto en los 3 días anteriores (de lo contrario, nos atrasamos). Aquí van:

11- Momento favorito de tu personaje gracioso

Bueno, como vieron en entradas anteriores, mi personaje literario favorito es Ron Weasley de la saga Harry Potter, así que, aquí les dejó mi momento favorito de Ron:



Hermione Granger: Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo la profesora Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...
Harry Potter: ¡Entonces enciende un fuego!
Hermione Granger: Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera!
Ron Weasley: ¿TE HAS VUELTO LOCA? ¿ERES UNA BRUJA O NO?
Hermione Granger: ¡Oh, de acuerdo! [...]
Harry Potter: Me alegro de que hayas aprendido bien Herbología, Hermione.
Ron Weasley: Sí, y yo me alegro de que Harry no pierda la cabeza en momentos de crisis. Porque eso de «no tengo madera»... francamente...
(Capítulo 16: A través de la trampilla)Pag 229

Fuente: Wikiquote

Siguiendo:

El punto número 12 es mostrar el personaje que me resulte más odioso, es decir, que esté tan bien construido que me resulte odioso, y el personaje ganador de este punto es:



Heathcliff de Cumbres Borrascosas, con este personaje uno no sabe que se supone debe sentir, es digno de lástima y a la vez de lo odias.

Fragmentos:

"-Vísteme, Elena. Quiero ser bueno.

-Ya era hora, Heathcliff -contesté-. Has disgustado a Catalina. Cualquiera diría que la envidias porque la miman mas que a ti.

La idea de sentir envidia hacia Catalina le resultó incomprensible, pero lo de disgustarla lo comprendió muy bien. Me preguntó, volviéndose grave:

-¿Se ha enfadado?

-Se echó a llorar cuando le dije esta mañana que te habías ido.

-También yo he llorado esta noche -respondió- y con más motivos que Catalina.

-¿Sí? ¿Qué motivos tenías para acostarte con el corazón lleno de soberbia y el estómago vacío? Los soberbios no hacen más que dañarse a sí mismos. Pero si estás arrepentido, debes pedirle perdón cuando vuelva. Vas arriba, le pides un beso y le dices... Bueno, ya sabes tú lo que le tienes que decir. Pero hazlo con naturalidad y no como si ella fuera una extraña por el hecho de que la hayas visto mejor ataviada.

Ahora voy a arreglármelas para vestirte de un modo que Eduardo Linton parezca un muñeco a tu lado. ¡Y claro que lo parece! Aunque eres más joven que él, eres mucho más alto y doble de fuerte. Podrías tumbarle de un soplo, ¿no es cierto?

La cara de Heathcliff se iluminó por un momento, pero su alegre expresión se apagó enseguida. Y suspiró:

-Sí, Elena, pero aunque yo le tumbara veinte veces, no dejaría de ser él mas guapo que yo. Quisiera tener el cabello rubio y la piel blanca como él, vestir bien y tener modales como los suyos, y ser tan rico como él llegará a serlo algún día.

-Sí. Y llamar a mamá constantemente, y asustarte siempre que un chico aldeano te amenazase con el puño y quedarte en casa cada vez que cayeran cuatro gotas. No seas pobre de espíritu, Heathcliff. Mírate al espejo, y atiende lo que tienes que hacer. ¿Ves esas arrugas que tienes entre los ojos y esas espesas cejas que siempre se contraen en lugar de arquearse, y esos dos negros demonios que jamás abren francamente sus ventanas, sino que centellean bajo ellas corridas, como si fueran espías de Satanás? Proponte y esfuérzate en suavizar esas arrugas, en levantar esos párpados sin temor, y en convertir esos dos demonios en dos ángeles que sean siempre amigos en donde quiera que no haya enemigos indudables. No adoptes ese aspecto de perro cerril que parece justificar la justicia de los puntapiés que recibe, y que odia a todos tanto como al que le apalea.

-Sí: debo proponerme adquirir los ojos y la frente de Eduardo Linton. Ya lo deseo, pero, ¿crees que haciendo lo que me dices conseguiré tenerlos así?

-Si eres bondadoso de corazón, serás agradable de cara, muchacho, aunque fueras un negro. Y un corazón perverso hace horrible la cara más agradable. Ahora que estás lavado y peinado y pareces más alegre, ¿no es verdad que te encuentras más guapo? Te aseguro que sí. Puedes pasar por un príncipe de incógnito. ¡Cualquiera sabe si tu padre no era emperador de la China y tu madre reina de la India, y si con sus rentas de una sola semana no podrían comprar «Cumbres Borrascosas» y la «Granja de los Tordos» reunidas! Quizá te robaran unos marineros y te trajeran a Inglaterra. Yo, si estuviera en tu caso, me haría figuraciones como esas, y con ellas iría soportando las miserias que tiene que sufrir el campesino.

En tanto que yo hablaba así y conseguía que Heathcliff fuese poco a poco desarrugando el ceño, oímos un estrépito que al principio sonaba en la carretera y luego llegó al patio. Heathcliff acudió a la ventana y yo a la puerta, en el mismo momento en que los Linton se apeaban de su carruaje, muy arrebujados en abrigos de pieles, y los Earnshaw descendían de sus caballos. Catalina cogió a los niños de la mano, y los llevó a la chimenea, junto a la que se sentaron, y cuyo fuego enrojeció en breve sus blancos rostros.

Alenté a Heathcliff para que acudiera y mostrara su buen porte, pero tuvo la desgracia de que, al abrir la puerta de la cocina, tropezara con Hindley, que la estaba abriendo por el otro lado. El amo, ya porque le incomodara verle tan animado y tan arreglado, o quizá por complacer a la señora Linton, le empujó con violencia y dijo a José:

-Hazle estar en el desván hasta después de que hayamos comido. De lo contrario, tocaría los dulces con los dedos y robaría las frutas si se le permitiera estar un solo minuto aquí.

-No hará nada de eso -osé replicar-. Y espero que participe de los dulces como nosotros.

-Participará de la paliza que le sacudiré si le veo por acá abajo antes de la noche -gritó Hindley-. Largo, vagabundo! ¿De modo que quieres lucirte, verdad? Como te eche mano a esos mechones ya verás si te los pongo más largos aún.

-Ya los tiene bastante largos -observó Eduardo Linton, que acababa de aparecer en la puerta-. Le caen sobre los ojos como la crin de un caballo. No sé cómo no le producen dolor de cabeza.

Aunque hizo aquella observación sin deseo de molestarle, Heathcliff, cuyo rudo carácter no toleraba impertinencias, y mas viniendo de alguien a quien ya consideraba como su rival, cogió una fuente llena de compota caliente y se lo tiró en pleno rostro al muchacho. Éste lanzo un grito que hizo acudir enseguida a Catalina y a Isabel. El señor Earnshaw cogió a Heathcliff y se lo llevó a su habitación, donde sin duda le debió aplicar un enérgico correctivo, ya que cuando bajó estaba sofocado y rojo como la grana. Yo cogí un trapo de cocina, limpié la cara a Eduardo, y, no sin cierto enojo, le dije que se había merecido la lección por su inoportunidad. Su hermana se echó a llorar y quiso marcharse; Catalina, a su vez, estaba muy disgustada con todo aquello.

-No has debido hablarle -dijo al joven Linton-. Estaba de mal humor, ahora le pegarán, y has estropeado la fiesta... Yo ya no tengo apetito. ¿Por qué le hablaste, Eduardo?

-Yo no le hablé -quejóse el muchacho, desprendiéndose de mis manos y terminando de limpiarse con su fino pañuelo-. Prometí a mamá no hablarle, y lo he cumplido.

-Bueno -dijo Catalina con desdén-: cállate, que viene mi hermano. No te ha matado, después de todo. No pongas las cosas peor. Deja de llorar, Isabel. ¿Te ha hecho algo alguien?

-¡A sentarse, niños! -exclamó Hindley reapareciendo-. Ese bruto de chico me ha hecho entrar en calor. La próxima vez, Eduardo, tómate la venganza con tus propios puños, y eso te abrirá el apetito."

"Entré sin llamar, sin más dilación. Aquella casa, antes tan alegre, ofrecía un lúgubre aspecto de desolación.

Creo que yo en el caso de mi señora hubiera procurado limpiar algo la cocina y quitar el polvo de los muebles, pero el ambiente se había apoderado de ella. Su hermoso rostro estaba descuidado y pálido y tenía desgarrados los cabellos. Al parecer, no se había arreglado la ropa desde el día antes.

Hindley no estaba. Heathcliff se hallaba sentado ante una mesa revolviendo unos papeles de su cartera.

Al verme me saludó con amabilidad y me ofreció una silla. Era el único que tenía buen aspecto en aquella casa; creo que mejor aspecto que nunca. Tanto había cambiado la decoración, que cualquier forastero le habría tomado a él por un caballero y a su esposa por una mendiga.

Isabel se adelantó impacientemente hacia mí, alargando la mano como si esperase recibir la carta que aguardaba que le escribiese su hermano. Volví la cabeza negativamente. A pesar de todo, me siguió hasta el mueble donde fui a poner mi sombrero, y me preguntó en voz baja si no traía algo para ella.

Heathcliff comprendió el objeto de sus evoluciones, y dijo:

-Si tienes algo que dar a Isabel, dáselo Elena. Entre nosotros no hay secretos.

-No traigo nada -repuse, suponiendo que lo mejor era decir la verdad-. Mi amo me ha encargado que diga a su hermana que por el momento no debe contar con visitas ni cartas suyas. Le envía la expresión de su afecto, le desea que sea muy feliz y le perdona el dolor que le causó. Pero entiende que debe evitarse toda relación que, según dice, no valdría para nada.

La mujer de Heathcliff volvió a sentarse junto a la ventana. Sus labios temblaban ligeramente. Su esposo se sentó a mi lado y comenzó a hacerme preguntas relativas a Catalina. Traté de contarle sólo lo que me pareciera oportuno, pero él logró averiguar casi todo lo relativo al origen de la enfermedad. Censuré a Catalina como culpable de su propio mal, y acabé manifestando mi opinión de que el propio Heathcliff seguiría el ejemplo de Linton y evitaría todo trato con la familia.

-La señora Linton ha empezado a convalecer -termine-, pero aunque ha salvado la vida, no volverá nunca a ser la Catalina de antes. Si tiene usted afecto hacia ella, no debe interponerse más en su camino. Es más: creo que debería usted marcharse de la comarca. La Catalina Linton de ahora se parece a la Catalina Earnshaw de antes como yo. Tanto ha cambiado, que el hombre que vive con ella sólo podrá hacerlo recordando lo que fue anteriormente y en nombre del deber.

-Puede ser -respondió Heathcliff- que tu amo no sienta otros impulsos que los del deber hacia su mujer.

Pero ¿crees que dejaré a Catalina entregada a esos sentimientos? ¿Crees que mi cariño a Catalina es comparable con el suyo? Antes de salir de esta casa has de prometerme que me proporcionarás una entrevista con ella. De todos modos, la veré, quieras o no.

-Ni usted debe hacerlo -contesté-, ni podrá nunca contar conmigo para ello. La señora no resistiría otro choque entre usted y el señor.

-Tú puedes evitarlo -dijo él- y, en último caso, si fuera así, me parece que habría motivos para apelar a un recurso extremo. ¿Crees que Catalina sufriría mucho si perdiese a su marido? Sólo me contiene el temor de la pena que ello pudiera causarle. Ya ves lo diferentes que son nuestros sentimientos. De haber estado él en mi lugar y yo en el suyo, jamás hubiera osado alzar mi mano contra él. Mírame con toda la incredulidad que quieras, pero es así. Jamás le hubiera arrojado de su compañía mientras ella le recibiera con satisfacción. Ahora que, apenas hubiera dejado de mostrarle afecto, ¡le habría arrancado el corazón y bebido su sangre! Pero hasta ese momento, me hubiera dejado descuartizar antes que tocar un pelo de su cabeza.

-Sí -le atajé-, pero le tiene sin cuidado a usted deshacer toda esperanza de curación volviendo a producirle nuevos disgustos con su presencia.

-Tú bien sabes, Elena -contestó-, que no me ha olvidado. Te consta que por cada pensamiento que dedica a Linton, me dedica mil a mí. Sólo dudé un momento: al volver, este verano. Pero sólo hubiera confirmado tal idea si Catalina me declarase que era verdad. Y en ese caso, no existirían ya, ni Linton, ni Hindley, ni nada... Mi existencia se resumiría en dos frases: condenación y muerte. La existencia sin ella sería un infierno. Pero fui un estúpido al suponer, aunque fuese por un solo momento, que ella preferiría el afecto de Eduardo Linton al mío. Si él la amase con toda la fuerza de su alma mezquina, no la amaría en ochenta años tanto como yo en un día. Y Catalina tiene un corazón como el mío. Ante se podría meter el mar en un cubo que el amor de ella pudiera reducirse a él. Le quiere poco más que a su perro o a su caballo. No le amará nunca como a mí. ¿Cómo va a amar en él lo que no existe?

-Catalina y Eduardo se aman tanto como cualquier otro matrimonio -exclamó bruscamente Isabel-. Nadie posee el derecho de hablar así, y no te consentiré que desprecies de esa forma a mi hermano en presencia mía.

-También a ti tu hermano te quiere mucho, ¿no? -contestó Heathcliff despreciativamente-. Mira cómo se apresura a dejarte abandonada a tu propia suerte.

-Porque ignora mi situación ya que no he querido decírselo... -repuso Isabel.

-Eso quiere decir que le has contado algo.

-Le escribí para anunciarle que me casaba. Tú mismo leíste la carta.

-¿No has vuelto a escribirle?

-No.

-Me duele ver lo desmejorada que está la señorita -intervine yo-. Se ve que le falta el amor de alguien, aunque no esté yo autorizada para decir de quién.

-Me parece -repuso Heafficliff- que el amor que le falta es el amor propio. ¡Está convertida en una verdadera fregona! Se ha cansado enseguida de complacerme. Aunque te parezca mentira, el mismo día de nuestra boda ya estaba llorando por volver a su casa. Pero precisamente por lo poco limpia que es, se sentirá a sus anchas en esta casa, y ya me preocuparé yo de que no me ridiculice escapándose de ella.

-Debía usted recordar -repliqué- que la señora Heathcliff está acostumbrada a que la atiendan y cuiden, ya que la educaron, como hija única que era, en medio de mimos y regalos. Usted debe proporcionarle una doncella y la debe tratar con benevolencia. Piense usted lo que piense sobre Eduardo, no tiene derecho a dudar del amor de la señorita, ya que, si no, no hubiese abandonado, para seguirle, las comodidades en las que vivía, ni hubiese dejado a los suyos para acompañarle en esta horrible soledad.

-Si abandonó su casa -argumentó él- fue porque creyó que yo era un héroe de novela y esperaba toda clase de cosas de mi hidalga pleitesía hacia sus encantos. De tal modo se comporta respecto a mi carácter y tales ideas se ha formado sobre mí, que dudo en suponerla un ser dotado de razón. Pero empieza a conocerme ya. Ha prescindido de las estúpidas sonrisas y de las muecas extravagantes con que quería fascinarme al principio y noto que disminuye la incapacidad que padecía de comprender que yo hablaba en serio cuando expresaba mis opiniones sobre su estupidez. Para averiguar que no la amaba tuvo que hacer un inmenso esfuerzo de imaginación. Hasta temí que no hubiera modo humano de hacérselo comprender.

Pero, en fin, lo ha comprendido mal o bien, Puesto que esta mañana me dio la admirable prueba de talento de manifestarme que he logrado conseguir que ella me aborrezca. ¡Te garantizo que ha sido un trabajo de Hércules! Si cumple lo que me ha dicho, se lo agradeceré en el alma. Vaya, Isabel, ¿has dicho la verdad?

¿Estás segura de que me odias? Sospecho que ella hubiera preferido que yo me comportara ante ti con dulzura, porque la verdad desnuda ofende su soberbia. Me tiene sin cuidado. Ella sabe que el amor no era mutuo. Nunca la engañé a este respecto. No dirá que le haya dado ni una prueba de amor. Lo primero que hice cuando salimos de la granja juntos fue ahorcar a su perro, y cuando quiso defenderle, me oyó expresar claramente su deseo de ahorcar a todo cuanto se relacionara con los Linton, excepto un solo ser. Quizás creyera que la excepción se refería a ella misma, y le tuviera sin cuidado que se hiciera mal a todos los demás, con tal de que su valiosa persona quedase libre de mal. Y dime: ¿no constituye el colmo de la mentecatez de esta despreciable mujer el suponer que yo podría llegar a amarla? Puedes decir a tu amo, Elena, que jamás he tropezado con nadie más vil que su hermana. Deshonra hasta el propio nombre de los Linton. Alguna vez he probado a suavizar mis experimentos para probar hasta dónde llegaba su paciencia, y siempre he visto que se apresuraba a arrastrarse vergonzosamente ante mí. Agrega, para tranquilidad de su fraternal corazón, que me mantengo estrictamente dentro de los límites que me permite la ley. Hasta el presente he evitado todo pretexto que le valiera para pedir la separación, aunque, si quiere irse, no seré yo quien me oponga a ello. La satisfacción de poderla atormentar no equivale al disgusto de tener que soportar su presencia.

-Habla usted como hablaría un loco, señor Heathcliff -le dije-. Su mujer está, sin duda, convencida de ello y por esa causa le ha aguantado tanto. Pero ya que usted dice que se puede marchar, supongo que aprovechará la ocasión. Opino, señora, que no estará usted tan loca como para quedarse voluntariamente con él.

-Elena -replicó Isabel, con una expresión en sus ojos que patentizaba que, en efecto, el éxito de su marido en hacerse odiar había sido absoluto-: no creas ni una palabra de cuanto dice. Es un diablo, un monstruo, y no un ser humano. Ya he probado antes a irme y no me ha dejado deseos de repetir la experiencia. Te ruego, Elena, que no menciones esta vil conversación ni a mi hermano ni a Catalina. Que diga lo que quiera, lo que en realidad se propone es desesperar a Eduardo. Asegura que se ha casado conmigo para cobrar ascendiente sobre mi hermano, pero antes de darle el placer de conseguirlo preferiré que me mate.

¡Así lo haga! No aspiro a otra felicidad que a la de morir yo o verle muerto a él.

-Todo eso es magnífico -dijo Heathcliff-. Si alguna vez te citan como testigo, ya sabes lo que piensa Isabel,

Elena. Anota lo que me dice: me conviene. No, Isabel, no... Siendo así que no estás en condiciones de cuidar de ti misma, yo, como protector tuyo según la ley, debo ser el encargado de tenerte bajo mi guardia.

Y ahora, sube. Tengo que decir a Elena una cosa en secreto. Por allí no: te he dicho que arriba. ¿No ves que ese es el camino de la escalera?

La cogió de un brazo, la arrojó de la habitación, y al volver exclamó:

-No puedo ser compasivo, no puedo... Cuanto más veo retorcerse a los gusanos, más ansío aplastarlos, y cuanto más los pisoteo, más aumenta el dolor...

-Pero, ¿sabe usted acaso lo que es ser compasivo? -respondí, mientras cogía precipitadamente el sombrero- ¿Lo ha sido alguna vez en su existencia?"

Fuente: Bibliotecas Virtuales

El punto número 13 es escoger el personaje que sea más inteligente o sabio y a este respecto el ganador es:



Albus Dumbledore de la saga Harry Potter

"Claro que está pasando dentro de tu cabeza Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?"

Fuente: Wikiquote

¡Un saludo!

jueves, enero 12, 2012

Reto: Personajes literarios X



Ron Weasley de la saga Harry Potter es sin lugar a dudas, el personaje más gracioso de todos los que he visto en libros...

Citas:

"Hermione Granger: No juegues.
Ron Weasley: Diles que estás enfermo.
Hermione Granger: Finge que se te ha roto una pierna.
Ron Weasley: Rómpete una pierna de verdad"

"Harry Potter: Uno de nosotros tiene que vigilar a Snape, esperar fuera de la sala de profesores y seguirlo si sale. Hermione, mejor que eso lo hagas tú.
Hermione Granger: ¿Por qué yo?
Ron Weasley: Es obvio. Puedes fingir que estás esperando al profesor Flitwick, ya sabes cómo: «Oh, profesor Flitwick, estoy tan preocupada, creo que tengo mal la pregunta catorce b...».
Hermione Granger: Oh, cállate."

"Hermione Granger: Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo la profesora Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...
Harry Potter: ¡Entonces enciende un fuego!
Hermione Granger: Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera!
Ron Weasley: ¿TE HAS VUELTO LOCA? ¿ERES UNA BRUJA O NO?
Hermione Granger: ¡Oh, de acuerdo! [...]
Harry Potter: Me alegro de que hayas aprendido bien Herbología, Hermione.
Ron Weasley: Sí, y yo me alegro de que Harry no pierda la cabeza en momentos de crisis. Porque eso de «no tengo madera»... francamente..."

Ron Weasley y el teléfono:
"Tío Vernon: ¿Diga?
Ron Weasley: ¿HOLA? ¿HOLA? ¿ME OYE? ¡QUISIERA HABLAR CON HARRY POTTER!
Tío Vernon: ¿QUIÉN ES? ¿QUIÉN ES?
Ron Weasley: ¡RON WEASLEY! SOY UN AMIGO DE HARRY, DEL COLEGIO.
Tío Vernon: ¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN HARRY POTTER! ¡NO SÉ DE QUÉ COLEGIO ME HABLA! ¡NO VUELVA A LLAMAR AQUÍ! ¡NO SE ACERQUE A MI FAMILIA!"

"Nick Casi Decapitado: Harry Potter sabe que puede confiar en mí sin recelos, les dije. Preferiría morir que traicionar su confianza.
Ron: Eso no es mucho que decir, ya que ya estás muerto"

"Hermione Granger: ¡Ron, sabes muy bien que Harry y yo fuimos criados por muggles! No oíamos historias como esas cuando éramos pequeños, oíamos "Blancanieves y los siete enanitos" y "La Cenicienta"
Ron: ¿«La Cenicienta»? ¿Qué es eso, una enfermedad?"

"Harry: Lo que has hecho esta noche lo compensa con creces: ni más ni menos que recuperar la espada, acabar con el Horrocrux y salvarme la vida.
Ron: Suena más espectacular de lo que ha sido en realidad.
Harry: Suele ocurrir así; hace años que intento explicártelo."

"Ron Weasley (a su hijo): No quiero que te sientas presionado, pero si no te ponen en Gryffindor, te desheredo."

"Ron Weasley: Oh, qué suerte que tengamos una gran reserva de colmillos de basilisco, entonces. Me estaba preguntando qué haríamos con ellos."

Fuente: Wikiquote

¡Un saludo!

miércoles, enero 11, 2012

Reto: Personajes literarios IX

9. Personaje menos agradable o que te caiga mal, no lo tragues, no lo soportes, etc., con el que te hayas topado (por estar mal construido).



Sinopsis:

Una historia de amor situada en un fascinante universo mágico.
El misterioso Faun ha llegado a la ciudad donde vive la joven Jade con una misión: capturar a los Ecos, las criaturas que desde hace un tiempo ensombrecen la tranquilidad del Reino de la Señora. Proveniente del Norte, Faun ha sido reclutado por la tiránica gobernadora y, cumpliendo con sus designios, se hya instalado en el pequeño hotel que regentan Jade y su padre. El primer encuentro entre Jade y Faun es hostil, pero con el paso de los días Jade se siente cada vez más atraída por su huesped, con quien sólo comparte algunas horas al caer el sol, porque durante el día se comporta como si fueran dos extraños. Al cabo de algunas semanas, Jade cae, por accidente, en el río y se da cuenta de que su imagen reflejada en el agua cobra vida. Entonces tiene una revelación: ¿y si ella fuera portadora de sangre de Eco? Esto la convertiría en acérrima enemiga del chico del que está enamorada...

Fuente: Lecturalia

El misterioso Faun



La imagen es representativa, es de un anime (que no tengo idea como se llama), lo gracioso es que, después de haber leído el libro hace mucho tiempo, todavía recuerdo más o menos, como me imagine al grandioso Faun... el protagonista masculino de la novela Embrujo de Nina Blazón (la novela la terminé en un mes y a sorbitos, para que vean, lo poco que me gustó).

¿Porqué fue escogido?

Empezamos, primero que el tipo es el típico: "¡Oh, no me interesas, para nada!" y que se porta mal con ella, etc, etc. Luego, que de la nada y todo eso, esa gran resistencia se transformó en debilidad, porque al fin cedió. No sé si todo pasó muy rápido o qué, pero en pocas páginas, se leía todo e iba a pasos agigantados y creo que necesitaba un respiro. Total, que al final de la historia, en lugar de haberme enamorado del protagonista (como suele suceder en los libros que leo), terminé con esa sensación de: ¿¡Qué!?

El personaje lo sentí, dispar, inconsistente, sin forma o vida propia, era como si no tuviera llama, no era apasionado (a pesar de que así lo trató de hacer la autora) y su máscara de chico malo y rudo que trato mal a la tipa que me encanta tampoco me convenció. No me convenció nada de él, no tenía alma y más bien, lo sentí como humo, solo paso y ya. (Y hasta di gracias a Dios de que pasara).

Creo que, el personaje estaba tan mal construido que ni siquiera sé porque no me gusto (salvo lo que dice allá arriba, pero no puedo estar muy segura de la verdadera y principal razón), pero no logró sacarme nada, pero ni un suspiro.

Es una lástima, ya que la historia y todo, prometían mucho (a decir verdad, ninguno de ellos me convenció, pero me decanto por el protagonista masculino, porque no logro que me enamorase de él.)

¡Un saludo, chicos! ¡Cuídense!

martes, enero 10, 2012

Reto: Personajes literarios VIII

El punto número 8 es mostrarle mi personaje literario misterioso favorito, y, después de una batalla entre dos clásicos, tuve que ser sincera y decantarme por:

Edward Fairfax Rochester de la novela Jane Eyre escrita por Charlotte Bronte



Citas:

"Conste, de una vez para siempre, que no quiero tratarla como a un inferior..., es decir -corrigió en seguida-, únicamente con la superioridad que me dan veinte años más de edad y cien años más de experiencia."

¿Porqué es mi favorito?
El señor Rochester, es uno de esos grandes hombres señoriales que han probado todo lo que el mundo puede ofrecer, sin reprimirse. Desde muy joven, se vió atado a una suerte vil y por ello - como él mismo lo dice, varias veces - se entregó a la disipación. Por decirlo así, llega su momento de redención con la llegada de Jane Eyre, la cual, a pesar de haber vivido encerrada y reprimida, es una jovencita poco convencional, inquieta y curiosa, con ingenio e inteligencia. Absolutamente fuera de lo común, como él mismo se lo dice.

Al señor Rochester le queda el nombre de misterioso a la medida: el misterio de la niña que vive con él, el misterio de su mansión, de su pasado, de lo complejo de su personalidad, el sí quiere a Jane Eyre o no (aquí hacemos mención especial de Blanche Ingram y voy a deslizar una palabra para el señor Rochester: ¡Jodéte, como te atreves!, solamente eso, fuera de ello, solo tengo palabras dulces para él), el hombre es misterioso desde la primera vez que aparece en la novela, por lo que, le queda perfecto el título.

Fragmento:

"-Amiguita mía -dijo, con tono totalmente distinto, ya sin dulzura ni gravedad algunas, sino con sarcasmo y dureza-: ¿ha notado usted la tierna inclinación que experimento hacia Blanche Ingram? ¿Cree que si me caso con ella me regenerará?
Se levantó de pronto, se alejó hasta el extremo del sendero y volvió tarareando un cantar.
-Jane -dijo-: está usted palidísima. ¿No abomina de mí, que la he hecho pasar la noche en vela?
-No, señor.
-Confírmelo con un apretón de manos. ¡Qué frías las tiene! Estaban mucho más cálidas esta noche, a la puerta de la habitación misteriosa. ¿Cuándo volverá a velar conmigo otra vez?
-Cuando pueda serle útil, señor.
-Por ejemplo, la noche antes de mi boda. Estoy seguro de que esa noche no podré dormir. ¿Me promete usted sentarse entonces a mi lado haciéndome compañía? A usted puedo hablarle de mi amada, puesto que la conoce.
-Sí, señor.
-Blanche es admirable, ¿verdad?
-Sí, señor.
-Robusta, alta, morena, con un cabello como debían tenerlo las mujeres de Cartago... ¡Caramba! Dent y Lynn están ya en las cuadras.
Se fue por un lado, yo me fui por otro y a poco le oí hablar diciendo tranquilamente:
-Mason se ha ido hoy antes de salir el sol. Me levanté a las cuatro para despedirle."

Sólo puedo decir dos cosas: me admira la dignidad con la que Jane Eyre oye escuchar de "la otra" y su corazón, porque aún así, hará todo lo posible por el bienestar de su amigo; esta parece una regla implantada en el código genético de una mujer (aparte de aquel que dice que si un hombre te miente una vez, ya no podrás creer en lo que te dice; por lo menos, es la que dice mi código genético): "Sufrir con dignidad"

Como bonus, les dejo el tráiler de la película, es la adaptación más reciente y a mí me ha gustado:



¡Un saludo y nos vemos a la próxima!

lunes, enero 09, 2012

Reto: Personajes literarios VII

7- Archi-enemigos favoritos

Snape y James Potter de la saga Harry Potter, escrita por J. K. Rowling


Nota: ¿A qué se mira lindo Snape, verdad?, en esa imagen me dan ganas de ir y consolarlo.

Fragmento: (OJO: Spoiler del libro 5)

"Tomó una gran bocanada de aire y metió su cara en la superficie de los pensamientos de Snape. En ese momento, el piso de la oficina se tambaleó, metiéndose de cabeza en el Pensadero...

Se caía a través de fría oscuridad, girando rápidamente mientras bajaba, y entonces —
Estaba parado en medio del Gran Comedor, pero las cuatro mesas de las Casas no estaban. En lugar había más de cien pequeñas mesas, todas viendo hacia la misma dirección, y en cada una se sentaba un estudiante, cabeza abajo, escribiendo en un rollo de pergamino. El único sonido era el raspar de las plumas y el ocasional crujido cuando alguien ajustaba su pergamino. Era claramente tiempo de examenes.
Los rayos del sol entraban por las ventanas más altas hasta la encorvadura de las cabezas, que brillaban color castaño y cobre y dorado en la brillante luz. Harry vio cuidadosamente alrededor. Snape debería estar en algún lugar por aquí... Esta era su memoria...

Y ahí estaba, en una mesa justo atrás de Harry. Harry lo vio con asombro. Snape el adolescente tenía una delgada y pálida mirada, como una planta guardada en la oscuridad. Su pelo era lacio y grasoso y estaba agitándose sobre la mesa, su nariz ganchuda apenas a una pulgada de la superficie del pergamino mientras escribía. Harry caminó por atrás de Snape y leyó el encabezado del examen:

DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS —
TITULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

Entonces Snape debía tener quince o dieciséis, alrededor de la edad de Harry. Su mano estaba volando a través del pergamino; había escrito por lo menos un pie más que sus vecinos más cercanos, y todavía su letra era minúscula y apretada.

“¡Cinco minutos más!”

La voz hizo saltar a Harry; volteándose, vio la parte más alta de la cabeza del Profesor Flitwick moviéndose entre los escritorios a poca distancia de ahí. El Profesor Flitwick pasó a un muchacho con un descuidado pelo negro... muy desordenado pelo negro...

Harry se movió tan rápido que, si hubiera sido sólido, hubiera volteado varios escritorios. En lugar pareció deslizarse, como en sueños, a través de dos mesas y hasta una tercera. La parte posterior de la cabeza del muchacho de pelo negro se acercaba más y más... Se estaba enderezando, dejando su pluma, acercándose su pergamino como para releer lo que había escrito...

Harry se detuvo enfrente del escritorio y vio asombrado a su padre de quince años de edad.

La emoción explotó en la base de su estómago: era como estarse viendo a él mismo, pero con algunos errores. Los ojos de James eran color avellana, su nariz era un poco más grande que la de Harry, y no había cicatriz en su frente, pero tenían la misma delgada cara, la misma boca, las mismas cejas. El pelo de James se paraba atrás justo como el de Harry, sus manos podrían haber sido las de Harry, y Harry notó cuando James se paró, que estaban a una pulgada de la altura del otro.

James bostezó ampliamente y se desgreñó el pelo, haciéndolo más desordenado que antes. Entonces, con un vistazo hacia el Profesor Flitwick, se dio la vuelta en su asiento y le sonrió a un muchacho que estaba sentado cuatro asientos atrás de él.
Con otro shock de emoción, Harry vio a Sirius darle una señal a James con los pulgares hacia arriba. Sirius estaba haraganeando en su silla calmado, recargándola en dos patas. Era muy bien parecido; su pelo negro caía en sus ojos con cierta elegancia que ni James ni Harry hubieran podido nunca obtener, y una chica sentada atrás de él lo veía de reojo esperanzadamente, a pesar de que parecía que él no se había dado cuenta. Y a dos asientos de esta niña — el estómago de Harry se volvió a retorcer agradablemente — estaba Remus Lupin. Se veía muy pálido y delgado (¿se estaría acercando la luna llena?) y estaba metido en el examen: Mientras releía sus respuestas se rascaba la barbilla con la punta de su pluma, frunciéndose ligeramente.
Eso significaba que Cola Gusano debía de estar en algún lugar por ahí también... y justamente, Harry lo localizo en uno segundos: un pequeño chico con pelo de ratón con una nariz puntiaguda. Cola Gusano se veía ansioso; se estaba mordiendo las uñas, viendo su papel, golpeando el suelo con sus tobillos. Cada rato volteaba esperanzadamente al examen de su vecino. Harry se le quedó viendo a Cola Gusano por un momento, luego de regreso a James, que estaba garabateando en un pedazo de pergamino. Había dibujado una Snitch y ahora estaba trazando las letras L.E. ¿Qué significaban?

“¡Plumas abajo, por favor!” chilló el Profesor Flitwick. “¡Eso significa que tu también, Stebbins! ¡Por favor permanezcan sentados mientras yo recojo sus pergaminos! ¡Accio!”

Más de cien rollos de pergamino salieron volando a los brazos abiertos del Profesor Flitwick, tirándolo al suelo. Muchas personas se rieron. Un par de estudiantes del frente se pararon, agarraron al Profesor Flitwick debajo de los codos, y lo levantaron otra vez.

“Gracias... gracias,” suspiró el Profesor Flitwick. “¡Muy bien, todos, ya se pueden ir!”

Harry miró a su padre, que apresuradamente cubrió las iniciales L.E. que había estado adornando, se puso de pie, metió su pluma y la pregunta del examen en su mochila, que se colgó en la espalda, y se quedó esperando a que Sirius se juntara.

Harry volteó alrededor y vio de reojo a Snape a una corta distancia, moviéndose entre las mesas hacia las puertas del atrio de la entrada, aún metido en su examen. De hombros redondos aunque angular, caminó de una manera que recordaba a una araña, su aceitoso pelo columpiándose en su cara.

Un grupo de niñas platicadoras, separó a Snape de James y de Sirius, y plantándose en medio de este grupo, Harry pudo seguir viendo a Snape mientras sus oídos trataban de cachar las voces de James y de sus amigos.

“¿Te gustó la pregunta diez, Lunático?” preguntó Sirius mientras salían al atrio de la entrada

“Me encantó,” dijo Lupin enérgicamente. “ ’Mencione cinco signos que identifican a un hombre lobo.’ Excelente pregunta.”

“¿Crees que tú tengas todos los signos?” dijo James en un tono de preocupación.

“Pienso que sí,” dijo Lupin seriamente, mientras se unían a la multitud que se encontraba en las puertas ansiosa de salir a los soleados terrenos. “Uno: Se está sentando en mi silla. Dos: Está usando mi ropa. Tres: Su nombre es Remus Lupin...”
Cola Gusano fue el único que no se rió.

“Tengo la forma del hocico, las pupilas de mis ojos, y la cola copetuda,” dijo ansiosamente, “pero no pude pensar en nada más —”

“¿Qué tan estúpido eres, Cola Gusano?” dijo James impacientemente. “Andas con un hombre lobo una vez al mes —”

“Baja la voz,” imploró Lupin.

Harry vio nerviosamente atrás de él. Snape se mantenía cerca, aún pensando en las preguntas de su examen; pero esta era la memoria de Snape, y Harry estaba seguro que si Snape quería irse en otra dirección fuera de los terrenos, él, Harry, no podría seguir a James más lejos. Para su gran alivio, sin embargo, cuando James y sus tres amigos se dirigieron hacia la orilla del lago, Snape los siguió, aún metido en el papel y aparentemente sin la menor idea de adonde iba. Trotando un poco delante de él, Harry pudo mantener un contacto cercano con James y los otros.

“Bueno, yo creo que ese examen estuvo regalado,” oyó decir a Sirius. “Me sorprendería si no saco por lo menos ‘Sobresaliente’.”

“Yo también,” dijo James. Metió su mano a su bolsillo y sacó una latosa Snitch.

“¿De dónde la sacaste?”

“Me la robe,” dijo James casualmente. Empezó a jugar con la Snitch, dejándola volar como a un pie de distancia y agarrándola otra vez; sus reflejos eran excelentes. Cola Gusano lo miraba asombrado.

Se detuvieron en la sombra del mismo árbol en la orilla del lago en donde Harry, Ron y Hermione habían pasado un Domingo acabando su tarea, y echándose en el pasto.

Harry volvió a mirar sobre su hombro y vio, para su deleite, que Snape se había sentado en el pasto bajo la densa sombra de varios arbustos. Estaba muy metido en el papel del T.I.M.O., lo que le daba la libertad a Harry de sentarse en el pasto entre el árbol y los arbustos y ver a la cuarteta bajo el árbol.

La luz del sol se reflejaba en la suave superficie del lago, en la banca en la que el grupo de risueñas niñas que acababa de dejar el Gran Comedor se sentaba sin zapatos y sin calcetines, enfriándose los pies en el agua.

Lupin había sacado un libro y estaba leyendo. Sirius fijó la vista en los estudiantes que estaban en el pasto, viéndose muy altanero y aburrido, pero aún muy bien parecido. James seguía jugando con la Snitch, dejándola alejarse más y más, casi escapándose pero siempre agarrándola en el último momento. Cada vez que James hacía una atrapada particularmente difícil, Cola Gusano suspiraba y aplaudía. Después de cinco minutos de esto, Harry se preguntó como James no le decía a Cola Gusano que se calmara, pero a James parecía agradarle esto. Harry notó que su padre tenía el hábito de desarreglarse el pelo para asegurarse de que no se alisara mucho, y también se mantenía viendo a las niñas que estaban por la orilla del agua.

“Guarda eso, ¿quieres?” dijo finalmente Sirius, mientras James hacía una muy buena atrapada y Cola Gusano vitoreó emocionado. “Antes que Cola Gusano se moje de la emoción.”

Cola Gusano se sonrojó un poco pero James sonrió.

“Si te molesta,” dijo, metiendo a la Snitch otra vez a su bolsillo. Harry tenía la fuerte impresión de que Sirius era el único por el cual James iba dejar de presumir.

“Estoy aburrido,” dijo Sirius. “Como quisiera que fuera Luna Llena.”

“Podrías,” dijo oscuramente Lupin detrás de su libro. “Todavía tenemos Transfiguración, si estás aburrido puedes ponerme a prueba... Aquí.” Sostuvo su libro.

Sirius resopló. “Yo no necesito ver esas tonterías, yo lo sé todo.”

“Esto te despertará, Canuto” dijo James calladamente. “Mira quien es...”

Sirius se dio la vuelta. Se quedó muy quieto, como un perro que acaba de oler a un conejo.

“Excelente,” dijo suavemente. “Snivellus.”

Harry se dio la vuelta para ver que estaba viendo Sirius.

Snape estaba de pie otra vez, y estaba guardando el papel del T.I.M.O. en su mochila. Mientras salía de debajo de las sombras de los arbustos y se iba caminando por el pasto, Sirius y James se pusieron de pie. Lupin y Cola Gusano se quedaron sentados: Lupin aún estaba viendo su libro, a pesar de que sus ojos no se movían y una muy delgada línea había aparecido entre sus cejas. Cola Gusano estaba viendo de Sirius y James a Snape con una mirada de ávida anticipación en su cara.

“¿Todo bien, Snivellus?” dijo James en voz alta.

Snape reaccionó tan rápido que fue como si hubiera estado esperando un ataque: Tirando su mochila, metió sus manos adentro de su ropa, y su varita estaba a la mitad del aire cuando James gritó, “¡Expelliarmus!”

La varita de Snape salió volando a doce pies y cayó con un pequeño ruido en el pasto detrás de él. Sirius soltó una carcajada.

“¡Impedimenta!” dijo, apuntando su varita a Snape, que estaba tirado en el piso, a mitad del camino de ir hasta su varita.

Todos los estudiantes de alrededor se habían volteado a ver. Algunos se habían puesto de pie y se acercaban para ver más cerca. Algunos se veían aprensivos, otros entretenidos.

Snape yacía jadeando en el piso. James y Sirius avanzaron hacia él, varitas en el aire, James viendo de reojo sobre su hombro a las niñas que estaban en la orilla del lago. Cola Gusano estaba ya de pie, viendo con emoción, rodeando a Lupin para tener una mejor vista.

“¿Cómo te fue en el examen, Snivelly?” dijo James.

“Yo lo estaba viendo, su nariz estaba tocando el pergamino,” dijo Sirius malignamente. “Van a haber grandes manchas de grasa sobre él, no van a poder leer ni una palabra.”

Varias personas que estaban viendo se rieron; Snape era claramente impopular. Cola Gusano se rió tontamente. Snape estaba tratando de ponerse de pie, pero el hechizo aún estaba funcionando en él; Snape estaba forcejeando, como si estuviera amarrado por cuerdas invisibles.

“Espérate —” suspiró, viendo fijamente a James con una expresión de odio puro. “Espérate... ”

“¿Esperarme a qué?” dijo fríamente Sirius. “¿Qué vas a hacer ahora, Snivelly, frotar tu nariz en nosotros?”

Snape soltó una mezcla de groserías y maldiciones, pero como su varita estaba a diez metros de distancia nada pasó.

“Lávate la boca,” dijo James fríamente. “¡Scourgify!”

Burbujas rosas de jabón salieron enseguida de la boca de Snape; la espuma estaba cubriendo sus labios, haciendo que se callara, cubriéndolo —

“¡Déjalo SOLO!”

James y Sirius voltearon a ver. La mano libre de James fue directamente a su pelo otra vez.
Era una de las niñas de la orilla del lago. Tenía un espeso y rojo oscuro pelo que caía hasta sus hombros y, con forma de almendras, unos impresionantemente verdes ojos — los ojos de Harry.

La mamá de Harry...

“¿Todo bien, Evans?” dijo James, y el tono de su voz era de repente agradable, más profundo, más maduro.

“Déjalo solo,” repitió Lily. Viendo a James con completo desagrado. “¿Qué te ha hecho?”

“Bueno,” dijo James, aparentemente pensando el punto, “es más el hecho de que existe, si sabes a lo que me refiero...”

Varios de los espectadores de alrededor se rieron, Sirius y Cola Gusano incluidos, pero Lupin, aparentemente aún metido en su libro, no se rió, y tampoco lo hizo Lily.

“Crees que eres gracioso,” dijo fríamente. “Pero sólo eres un arrogante, fanfarrón, Potter. Déjalo solo.”

“Lo dejo si tú sales conmigo, Evans,” dijo rápidamente James. “Ándale... Sal conmigo, y nunca volveré a poner mi varita en el viejo Snivelly.”

Detrás de él, el hechizo de Obstrucción se estaba acabando. Snape se empezaba a mover hacia su varita, escupiendo jabón mientras se arrastraba.

“No saldría contigo ni aunque tuviera que elegir entre tú y el calamar gigante,” dijo Lily.

“Mala suerte, Cornamenta,” dijo Sirius enérgicamente, volteando hacia Snape. “¡AY!”

Pero era demasiado tarde; Snape había dirigido su varita hacia James; hubo un rayo de luz y una cortada apareció en un lado de la cara de James, salpicando su ropa de sangre. James giró; otro rayo de luz salió, entonces Snape se encontró flotando de cabeza en el aire, su ropa cayendo sobre su cabeza para revelar sus flacas y pálidas piernas y un par de grises calzoncillos.

Muchas de las personas de la multitud vitorearon. Sirius, James y Cola Gusano se carcajearon.

Lily, cuya furiosa expresión se había cambiado por un instante como si fuera a sonreír, dijo, “¡Bájalo de ahí!”

“Ciertamente,” dijo James y agitó bruscamente su varita hacia arriba. Snape se cayó en un arrugado montón en el suelo. Desenredándose de su túnica, se puso rápidamente de pie, varita preparada, pero Sirius dijo, “¡Locomotor mortis!” y Snape se desplomó otra vez, tieso como una tabla.

“¡DÉJALO SOLO!” gritó Lily. Ella tenía ahora su varita afuera. James y Sirius la vieron cautelosamente.

“Ah, Evans, no me hagas hechizarte,” dijo James seriamente.

“¡Entonces quítale el hechizo!”

James lo pensó profundamente, entonces se volteó hacia Snape y pronunció el contra hechizo.

“Ahí lo tienes,” dijo, mientras Snape se ponía de pie otra vez, “tienes suerte de que Evans haya estado aquí, Snivellus —”

“¡Yo no necesito la ayuda de pequeñas y mugrosas Sangre Sucias como ella!”

Lily parpadeó. “Bien” dijo calmadamente. “No me molestaré en el futuro. Y yo lavaría esos pantalones si fuera tú, Snivellus.”

¡Pídele una disculpa a Evans!” le gritó James a Snape, su varita apuntándole amenazadoramente.

“No quiero que tú lo hagas pedirme una disculpa,” gritó Lily, rodeando a James. “Tú eres tan malo como él...”

“¿Qué?” aulló James. “¡Yo NUNCA te llamaría una — tú sabes que!”

“Desarreglándote el pelo porque piensas que se ve genial verse como si te acabaras de bajar de la escoba, presumiendo con esa estúpida Snitch, caminando por los corredores y hechizando a cualquiera que te cae mal sólo porque puedes — me sorprende que tu escoba puede elevarse del suelo con esa cabezota encima. Me ENFERMAS.”

Lily se dio la vuelta y salió corriendo.

“¡Evans!” James gritó atrás de ella, “¡Hey, EVANS!”

Pero ella ya no volteó hacia atrás.

“¿Qué es lo que se trae?” dijo James, tratando y fallando en parecer como si esta le fuera una pregunta sin importancia.

“Leyendo entre líneas, yo diría que ella cree que eres un poco presumido, compañero” dijo Sirius.

“Bien,” dijo James, que ahora se veía furioso, “bien —”

Hubo otro rayo de luz, y Snape estaba otra vez flotando de cabeza.

“¿Quién quiere verme quitarle los pantalones a Snivelly?”

Pero si en verdad James le quitó o no los pantalones a Snape, Harry nunca supo. Una mano lo había tomado del brazo, agarrándolo como un apretón de tenazas.

Sobresaltándose, Harry volteó a ver quien lo había agarrado, y vio, con un sentimiento de terror, un totalmente crecido y de tamaño adulto Snape parado justo detrás de él, blanco de furia.

“¿Divirtiéndote?”

¿Porqué los escogí?

Bueno, de todos los libros que he leído y de todos los personajes, estos dos se llevan el premio, hasta mi padre que no es muy fanático de la saga que digamos (bueno, no recuerdo que haya visto una película de HP completa) lo admitió; lo recuerdo muy bien:

- ¿Por qué Snape odia tanto a James? - preguntó mi hermana menor.

- ¿No es obvio? Por qué le robó a la novia - fué la asombrosa declaración de mi papá.

(Es increíble como los padres están en todo, aunque no parezca - sobretodo, si tiene que ver con sus hijos).

Por supuesto, esta no es la única razón para esa rivalidad, pero, es una de las más fuertes. Fans de HP, ¡juzguénlo por sí mismos!

¡Un saludo y hasta la próxima!


domingo, enero 08, 2012

Bugs Bunny Ópera

Este episodio lo he visto varias veces, pero solo la primera vez que lo ví, me mató de la risa, es buenísimo. Espero lo disfruten:



Reto: Personajes literarios V y VI.

Como ayer, estuve completamente desconectada todo el día de la pc, hoy toca doble para no atrasarse con los retos, así que, aquí vamos:

5- Enemigos favoritos.

Heathcliff y Edgar Linton de Cumbres Borrascosas por Emily Bronte


Heathcliff y Cathy


Edgar y Cathy

Dejemos que la misma Catherine (o Catalina) nos explique como están las cosas (Fragmento)

"-Pues soñé -dijo- que estaba en el cielo, que comprendía y notaba que aquello no era mi casa, que se me partía el corazón de tanto llorar por volver a la tierra, y que, al fin, los ángeles se enfadaron tanto, que me echaron fuera. Fui a caer en medio de la maleza, en lo más alto de «Cumbres Borrascosas», y me desperté llorando de alegría. Ahora, con esa explicación, podrás comprender mi secreto. Tanto interés tengo en casarme con Eduardo Linton como en ir al cielo, y si mi malvado hermano no hubiera tratado tan mal al pobre Heathcliff, yo no habría pensado en ello nunca. Casarme con Heathcliff sería rebajarnos, pero él nunca llegará a saber cuánto le quiero, y no porque sea guapo, sino porque hay más de mí en él que en mí misma. No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero sea de lo que sea, la suya es igual a la mía, y en cambio la de Eduardo es tan diferente como el rayo lo es de la luz de la luna, o la nieve de la llama(...)Todos mis dolores en este mundo han consistido en los dolores que ha sufrido Heathcliff, y los he seguido paso a paso desde que empezaron. El pensar en él llena toda mi vida. Si el mundo desapareciera y él se salvara, yo seguiría viviendo, pero si desapareciera él y lo demás continuara igual, yo no podría vivir. Mi afecto por Linton es como las hojas de los árboles, y bien sé que cambiará con el tiempo, pero mi cariño a Heathcliff es como son las rocas del fondo de la tierra, que permanecen eternamente iguales sin cambiar jamás. Es un afecto del que no puedo prescindir. ¡Elena, yo soy Heathcliff! Le tengo constantemente en mi pensamiento, aunque no siempre como una cosa agradable. Tampoco yo me agrado siempre a mí misma. No hables más de separarnos, porque eso es irrealizable."

¿Porqué me gustan? (SPOILER)

Edgar Linton y Heatchliff representan de manera perfecta los dos tipos de amor: uno pasional e intenso y otro suave y respetuoso. Creo, que aunque la decisión de Cathy fue "conveniente" incluso para la época, donde las mujeres no podían casarse con quien querían, no fue lo más acertado. Es decir, ellos estaban hechos el uno para el otro y el reprimir eso, llevo a su destrucción y a la de dos generaciones de vidas. Cuando un amor así de intenso es reprimido, el cerebro transforma la emoción en una obsesión (y aplica aunque ellos sean imaginarios), y puede resultar muy peligrosa. Si ella hubiera esperado a Heathcliff cuando se fué, ellos pudieron haber estado juntos. Claro, también faltó ahí la comunicación, ya que Heathcliff solo agarró camino, no le dijo que iba a hacer fortuna para ser digno de ella, entonces, Cathy pensó que él la había abandonado y apresuró la boda con su prometido.

Esta historia debería servir como lección: jamás dar las cosas por sentado y dudar de todo hasta confirmarlo con una buena comunicación entre ambas partes.

6- Relación amor-odio favorita.

Heathcliff y Cathy de Cumbres Borrascosas por Emily Bronte



Fragmento:

"Catalina miraba ansiosamente hacia la entrada de la habitación. Heathcliff, al principio, no encontraba el cuarto, y la señora me hizo una señal para que fuera a recibirle, pero él apareció antes de que llegase yo a la puerta, y un momento después ambos se estrechaban en un apretado abrazo.

Durante cinco minutos él no le habló, limitándose a abrazarla y a besarla más veces que lo hubiese hecho en toda su vida. En otra ocasión, mi señora habría sido la primera en besarle. Bien eché de ver que él sentía, al verla, la misma impresión que yo, y que estaba convencido de que Catalina no recobraría más la salud.

-¡Oh, querida Catalina! ¡No podré resistirlo! -dijo, al cabo, con desesperación. Y la miró con tal intensidad, que creí que aquella mirada le haría deshacerse en lágrimas. Pero sus ojos, aunque ardían de angustia, permanecían secos.

-Me habéis desgarrado el corazón entre tú y Eduardo, Heathcliff -dijo Catalina, mirándole ceñuda-. Y ahora os lamentáis como si fuerais vosotros los dignos de lástima. No te compadezco. Has conseguido tu objeto: me has matado. Tú eres muy fuerte. ¿Cuántos años piensas vivir después de que yo me muera?

Heathcliff había puesto una rodilla en tierra para abrazarla. Fue a levantarse, pero ella le sujetó por el cabello y le forzó a permanecer en aquella postura.

-Quisiera tenerte así -dijo- hasta que ambos muriéramos. No me importa nada que sufras. ¿Por qué no has de sufrir? ¿Serás capaz de ser feliz después de que yo haya sido enterrada? Dentro de veinte años dirás quiza: Aquí está la tumba de Catalina Earnshaw. Mucho la he amado, pero la perdí, y ya ha pasado todo. Luego he amado a otras muchas. Quiero más a mis hijos que lo que la quise a ella, y me apenará más morir y dejarles que me alegrará el ir a reunirme con la mujer que quise.» ¿Verdad que dirás eso, Heathcliff?

-No me atormentes, Catalina, que me siento tan loco como tú -gritó él.

Había desprendido la cabeza de las manos de su amiga y le rechinaban los dientes.

La escena que ambos presentaban era singular y terrible. Catalina podía, en verdad, considerar que el cielo sería un destierro para ella, a no ser que su mal carácter quedara sepultado con su carne perecedera.

En sus pálidas mejillas, sus labios exangües y sus brillantes ojos se pintaba una expresión rencorosa.

Apretaba entre sus crispados dedos un mechón del cabello de Heathcliff, que había arrancado al aferrarle.

Él, por su parte, la había cogido ahora por el brazo, y de tal manera la oprimía, que, cuando la soltó, distinguí cuatro huellas amoratadas en los brazos de Catalina.

-Sin duda te hallas poseída del demonio -dijo él con ferocidad- al hablarme de esa manera cuando te estás muriendo. ¿No comprendes que tus palabras se grabarán en mi memoria como un hierro ardiendo, y que seguiré acordándome de ellas cuando tú ya no existas? Te consta que mientes al decir que yo te he matado, y te consta también que tanto podré olvidarte como olvidar mi propia existencia. ¿No basta a tu diabólico egoísmo el pensar que, cuando tú descanses en paz, yo me retorceré entre todas las torturas del averno?

-Es que no descansaré en paz -dijo lastimeramente Catalina.

Y cayó otra vez en un estado de abatimiento. Se sentía latir su corazón con tumultuosa irregularidad.

Cuando pudo dominar el frenesí que la embargaba, dijo más suavemente:

-No te deseo, Heathcliff, penas más grandes que las que he padecido yo. Sólo quisiera que nunca nos separáramos. Si una sola palabra mía te doliera, piensa que yo sentiré cuando esté bajo tierra tu mismo dolor. ¡Perdóname: ven! Arrodíllate. Nunca me has hecho daño alguno. Si estás ofendido, ello me dolerá a mí más que a ti mis palabras duras. ¡Ven! ¿No quieres?

Heathcliff se recostó en el respaldo de la silla de Catalina y volvió el rostro. Ella se ladeó para poder verle, pero él, para impedirlo, se volvió de espaldas, se acercó a la chimenea y permaneció callado.

La señora Linton le siguió con los ojos. Encontrados sentimientos nacían en su alma. Al fin, tras una prolongada pausa, exclamó, dirigiéndose a mí:

-¿Ves, Elena? No es capaz de ceder un solo instante, ni aun tratándose de retardar el momento de mi muerte. ¡Qué modo de amarme! Me da igual... Pero éste no es mi Heathcliff. Yo seguiré amándole como si lo fuera, y será esa imagen la que llevaré conmigo, ya que ella es la que habita en mi alma. Esta prisión en que me hallo es lo que me fatiga -añadió-. Estoy harta de este encierro. Ansío volar al mundo esplendoroso que hay más allá de él. Lo vislumbro entre lágrimas y sufrimientos, y sin embargo, Elena, me parece tan glorioso, que siento pena de ti, que te consideras satisfecha de estar fuerte y sana... Dentro de poco me habré remontado sobre todos vosotros. ¡Y pienso que él no estará conmigo entonces! -continuó como si hablase consigo misma-. Yo creía que él quería estar también conmigo en el más allá. Heathcliff, querido mío, no quiero que te enfades... ¡Ven a mi lado, Heathcliff!

Se levantó y se apoyó en uno de los brazos del sillón. Heathcliff se volvió hacia ella con una expresión de inmensa desesperanza en la mirada. Sus ojos, ahora húmedos, centelleaban al contemplarla, y su pecho se agitaba convulsivamente. Un instante estuvieron separados; luego Catalina se precipitó hacia él, y él la abrazó de tal modo, que temí que mi señora no saliera con vida de sus brazos. Cuando se separaron, ella cayó como exánime sobre la silla, y Heathcliff se desplomó en otra inmediata. Me acerqué a ver si la señora se había desmayado, y él, rechinando los dientes, echando espuma por la boca, me separó con furor. Me pareció que no me hallaba en compañía de seres humanos. Traté de hablarle, pero no parecía entenderme, y acabé apartándome llena de turbación.

Pero después Catalina hizo un movimiento, y esto me tranquilizó. Levantó la mano, cogió la cabeza de Heathcliff, y acercó su mejilla a la suya. Heathcliff la cubrió de exasperadas caricias y le dijo, con un acento feroz:

-Ahora me demuestras lo cruel y falsa que has sido conmigo. ¿Por qué me desdeñaste? ¿Por qué hiciste traición a tu propia alma? No sé decirte ni una palabra de consuelo, no te la mereces... Bésame y llora todo lo que quieras, arráncame besos y lágrimas, que ellas te abrasarán y serán tu condenación. Tú misma te has matado. Si me querías, ¿con qué derecho me abandonaste? ¡Y por un mezquino capricho que sentiste hacia Linton! Ni la miseria, ni la bajeza, ni aun la muerte nos hubieran separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad. No soy yo quien ha desgarrado tu corazón. Te lo has desgarrado tú, y al desgarrártelo has desgarrado el mío... Y si yo soy más fuerte, ¡peor para mí! ¿Para qué quiero vivir cuando tú ... ? ¡Oh, Dios, quisiera estar contigo en la tumba!

-¡Déjame! -respondió Catalina sollozando-. Si he causado mal, lo pago con mi muerte. Basta. También tú me abandonaste, pero no te lo reprocho y te he perdonado. ¡Perdóname tú también!

-¡Perdonarte cuando veo esos ojos y toco esas manos enflaquecidas! Bésame, pero no me mires. Sí; te perdono. ¡Amo a quien me mata! Pero ¿cómo puedo perdonar a quien te mata a ti?

Callaron, juntaron sus rostros y mutuamente se bañaron en lágrimas. No sé si me equivoqué al suponer que Heathcliff lloraba también, pero, en verdad, el caso no era para menos.

Yo me hallaba inquieta. Caía la tarde y se veía salir ya a la gente de la iglesia de Gimmerton y esparcirse por el valle. El criado que enviara al pueblo estaba de regreso.

-El oficio religioso ha concluido -anuncié- y el señor volverá antes de media hora.

Heathcliff lanzo un juramento y abrazó más apretadamente aún a Catalina, que permaneció inmóvil. A poco, distinguí a los criados, que avanzaban en grupo por el camino. El señor Linton les seguía a corta distancia. Abrió por sí mismo la verja. Parecía extasiado en contemplar la hermosura de la tarde de verano y aspirar sus dulces perfumes.

-Ya ha llegado -exclamé-. ¡Baje enseguida, por Dios! No encontrará usted a nadie en la escalera principal.

Ocúltese entre los árboles hasta que el señor haya entrado.

-Debo irme, Catalina -dijo Heathcliff separándose de sus brazos-. Pero, de no morirme, te volveré a ver antes de que te hayas dormido... No me separare ni cinco yardas de tu ventana.

-No te irás -repuso ella, sujetándole con todas sus fuerzas-. No tienes por qué irte.

-Vuelvo antes de una hora- aseguró él.

-No te irás ni siquiera por un minuto -insistió la señora.

-Es forzoso que me vaya -repitió, alarmado, Heathcliff-. Linton estará aquí dentro de un momento.

Por su gusto, él se hubiera levantado y desprendido de ella a viva fuerza, pero Catalina le sujetó firmemente, mientras pronunciaba expresiones entrecortadas. En su rostro se transparentaba una decidida resolución.

-¡No! -gritó-. ¡No te vayas! Eduardo no nos hará nada. ¡Es la última vez, Heathcliff: me muero!

-¡Maldito necio! Ya ha llegado -exclamó Heathcliff dejándose caer otra vez en la silla-. ¡Calla, Catalina! ¡Calla, alma mía! Si me matase ahora, moriría bendiciéndole.

Y volvieron a unirse en un estrecho abrazo. Sentí subir a mi amo por la escalera. Un sudor frío bañaba mi frente. Estaba horrorizada.

-¿Pero es que va usted a hacer caso de sus delirios? -dije a Heathcliff, fuera de mí-. No sabe lo que dice. ¿Es que se propone usted perderla aprovechando que le falta la razón? Levántese y márchese inmediatamente. Este crimen sería el más odioso de cuantos haya cometido usted. Todos nos perderemos por culpa suya: el señor, la señora y yo.

Grité y me retorcí las manos con desesperación. Al oírme gritar, el señor Linton se apresuró más aún. No dejó de aliviar un tanto mi turbación el ver que los brazos de Catalina, dejando de oprimir a Heathcliff, caían lánguidamente y su cabeza se inclinaba con laxitud.

«Se ha desmayado o se ha muerto -pensé-. Mejor. Vale más que muera que no que siga siendo una causa de desgracias para todos los que la rodean.»

Eduardo, lívido de estupor y de ira al divisar al inesperado visitante, se lanzó hacia él. No sé lo que se proponía. Pero Heathcliff le detuvo en seco poniéndole entre los brazos el inmóvil cuerpo de su esposa.

-Si no es usted un demonio -dijo Linton- ayúdeme primero a atenderla, y ya hablaremos después.

Heathcliff se marchó al salón y permaneció sentado. El señor Linton recurrió a mí, y entre los dos, con grandes esfuerzos, logramos reanimar a Catalina. Pero había perdido la razón completamente: suspiraba, emitía quejidos inarticulados y no reconocía a nadie. Eduardo, en su ansiedad por su esposa, se olvidó de su odiado rival. Aproveché la primera oportunidad que tuve para pedirle que se fuese, afirmándole que Catalina estaba un poco repuesta y que a la mañana siguiente le llevaría noticias suyas.

-Saldré de la casa -dijo él- pero permaneceré en el jardín. No te olvides de cumplir tu palabra mañana, Elena. Estaré bajo aquellos pinos: tenlo en cuenta. De lo contrario, volveré, esté Linton o no.

Lanzó una rápida mirada por la puerta entreabierta de la alcoba, y al comprobar que, al parecer, yo no había faltado a la verdad, se fue, librando a la casa de su malvada presencia."

¿Porqué son mis favoritos?

Basta leer ese fragmento para saber que se llevan la nómina en la categoría. Nadie puede competir contra ellos. Son de naturaleza tan parecida, que tendrían que haber estado juntos, de lo contrario, (como dije allá arriba) se volvían obsesivos y destructivos con ellos y con los demás (dada la personalidad de ambos). Repito: esta historia debería servir de ejemplo, el amor no debe convertirse en obsesión y ciertamente, el amor no debe ser destructor de una persona o de ambas...

Bonus: Vídeo de la escena antes descrita (espero sepan inglés)

Sean felices, con mucho cariño, se despide,

viernes, enero 06, 2012

Reto: Personajes literarios IV

4. Amigos favoritos.

La cuarta parte del reto consiste en escoger los que son tus amigos favoritos literarios (amigos entre sí). Indiscutiblemente, el honor se los llevan:

Harry y Ron de la saga de J. K. Rowling Harry Potter



¿Porqué son mis favoritos?

Desde mi punto de vista, es porque estos dos se complementan en todos los sentidos. Y yo soy de la creencia que las mejores relaciones son aquellas donde las personas se complementan. Ron tiene una familia, mientras Harry no. Harry tiene fama y fortuna, mientras Ron no. (Puedo seguir así toda la vida, pero me quedo con estos ejemplos...), normalmente (o la mayoría de las veces), debería haber envidia, pero estos dos no (bueno, salvo Ron en el cuarto libro, pero las peleas y todo eso, son prueba más para su amistad). Se conocen, simpatizan y crecen juntos. Crecen, que es una de las cosas más difíciles, podrían haberse perdido en el camino, pero su amistad creció con ellos, vinieron muchos golpes fuertes y se tabalearon, pero lo soportaron y eso no los destruyó. ¿Cuántas personas pueden decir que tienen una amistad así en sus vidas?, no soy adivina ni nada de eso, pero creo que muy pocas. Y después de pasar lo más difícil, continúan así hasta la adultez.

Es uno de los ejemplos más bonitos de una amistad verdadera.

Mis mejores deseos, un beso y un saludo...

jueves, enero 05, 2012

Reto: Personajes literarios III

3. Pareja favorita ( Hombre-Mujer; Hombre-Hombre; Mujer-Mujer; cualquiera de las tres o en su caso, las tres)

En mi caso, tengo dos, Hombre-Hombre (no recuerdo haber leído algo de esa literatura, no por prejuicio, sino que, aún no hay una que me llame...)

He aquí el resultado:

Categoría: Mujer-Mujer

Carmilla y Laura (Carmilla de Joseph Sheridan LeFanu)



Fragmentos:

"Siempre que se planteaba una de estas situaciones, me echaba los brazos al cuello, me estrechaba contra su pecho y apoyaba su mejilla en la mía, murmurándome al oído:

—Querida, sé que tu corazón se siente herido. No me juzgues cruel: me limito a obedecer una ley ineludible que constituye mi fuerza y mi debilidad. Si tu corazón está herido, el mío sangra con el tuyo. En medio de mí gran tristeza, vivo de tu exuberante vida, y tú morirás, morirás dulcemente por la mía. Es algo inevitable. Y así como yo me acerco a ti, tú, a tu vez, te acercarás a otros y aprenderás el éxtasis de la crueldad, que es una forma del amor. No intentes saber nada más de mí ni de mi vida, pero ten confianza con todo tu amor.

Y después de haber hablado con una voz suave, queda, me estrechaba entre sus brazos, y sus labios, besándome tiernamente, me inflamaban las mejillas."

"A veces, después de un largo período de indiferencia, mi extraña y bellísima amiga me cogía súbitamente la mano, estrechándomela con pasión. Se sonrojaba y me miraba con ojos ora lánguidos, ora de fuego. Su conducta era tan semejante a la de un enamorado, que me producía un intenso desasosiego. Deseaba evitarla, y al propio tiempo me dejaba dominar. Carmilla me cogía entre sus brazos, me miraba intensamente a los ojos, sus labios ardientes recorrían mis mejillas con mil besos y, con un susurro apenas audible, me decía:

-Serás mía... debes ser mía... Tú y yo debemos ser una sola cosa, y para siempre.
Después se echaba hacia atrás, apoyándose en el respaldo del sillón, cubriéndose los ojos con las manos; y yo me sentía trastornada en lo más profundo de mi ser."

"Sin darme cuenta la enfermedad se había apoderado de mí, la enfermedad más extraña que jamás haya afectado a un ser mortal. Me acostumbraba cada vez más a la sensación de impotencia que invadía todo mi ser. La primera transformación que descubrí en mí era casi placentera, algo parecido a la curva que inicia el descenso al infierno.

Mientras dormía experimentaba una vaga y curiosa sensación. Generalmente era un súbito temblor, agradable, helado, como el que se experimenta cuando uno se baña en un río y nada contra la corriente. Una serie de sueños que parecían interminables seguían al temblor, pero eran sueños tan confusos que nunca conseguía recordar, después, ni el escenario, ni los personajes, ni sus actos. Me dejaban una sensación de terror y de cansancio, como si acabara de realizar un gran esfuerzo mental o de correr un grave peligro. Los únicos recuerdos que me quedaban de todos esos sueños eran la sensación de haber permanecido en un lugar tenebroso, la de haber conversado con gente a la que no podía ver y el eco de una voz femenina tan profunda que parecía hablarme desde muy lejos: una voz que me intimidaba y me sojuzgaba siempre.

A veces sentía el roce de una mano que me acariciaba las mejillas; otras, la presión de unos labios ardientes que me besaban, más apasionadamente a medida que los besos descendían hacia mi garganta. Allí sentía el último beso. Mi corazón latía más de prisa, mi respiración se hacía más entrecortada. Luego experimentaba una sensación de ahogo y, en medio de una terrible convulsión, perdía la consciencia."

¿Porqué es mi pareja favorita?

Carmilla y Laura reflejan muy bien lo que es una relación entre una persona experimentada y otra totalmente inocente. Si se fijan bien es Carmilla la que inicia el cortejo, mientras Laura solo puede mostrarse extrañada y halagada por su conducta, sin poder ofrecer la más mínima resistencia. Es tabú, sí, pero eso no me va ni me viene. Me gusta por esa sensualidad y el sentimiento de impotencia y de nuevas sensaciones, de lo prohibido y lo erótico. Por eso me gusta.

Categoría: Hombre-Mujer

Alex y Lena (Delirium de Lauren Oliver)



Nota: Esta imagen la encontré en Internet y la he usado para representar a los protagonistas, cualquier queja, hacerlo saber (y la puse porque la otra opción era dibujar y de verdad, que no quiero que nadie vea mis garabatos de Kinder)

Único fragmento:

(SPOILER EN TODA REGLA: aunque en sí, no debo preocuparme mucho porque casi toda la blogosfera lo ha leído)

-Oye, Lena, siento muchísimo lo que sucedió en la playa. Tendría que habértelo dicho antes, pero no quería asustarte y que te fueras.
-No tienes que darme explicaciones – digo.
-Pero quiero hacerlo. Quiero que sepas que no era mi intención…
-Escucha – le interrumpo – No se lo voy a decir a nadie, ¿vale? No te voy a meter en líos ni nada parecido.
Se detiene. Noto que vuelve a mirarme, pero mantengo los ojos fijos en la oscuridad.
-Eso no me importa – dice, más bajo -. Lo que quiero es que no me odies.

(…)

-¿Por qué te importa? – digo, apenas un susurro.
-Ya te lo dije – susurra a su vez. Siento su aliento que acaricia el espacio detrás de mi oreja; haciendo que se me erice el pelo de la nuca -. Me gustas.

(…)

Es imposible. Tiene una respuesta para todo. Es demasiado rápido.

(…)

-Odiaba estar aquí. Lo odiaba hasta un punto que no te puedes ni imaginar. La gente tiene un aire aturdido. Odiaba los edificios, los olores, lo cerca que estaba todo. Y las reglas. Reglas por todas partes. Reglas y muros, reglas y muros. No estaba acostumbrado. Me sentía como en una jaula. Estamos en una jaula, una jaula hecha de fronteras.

(…)

-Pasado un tiempo, solo caminaba. Me gustaba observar a los pájaros. (…) Podía pasarme horas mirándolos. Libres, eran totalmente libres. Había pensado que nada ni nadie era libre en Portland, pero me equivocaba. Siempre quedaban los pájaros.

(…)

-La primera vez que te ví, en el Gobernador, llevaba años sin ir a la frontera a ver los pájaros. Pero aun así me recordaste a ellos. Estabas dando un salto mientras gritabas algo, y el pelo se te había salido de la coleta, y eras tan rápida… - mueve la cabeza -. Apenas un destello y desapareciste. Como los pájaros.
Yo no tenía intención de moverme y no había notado que él se moviera, pero, sin saber cómo, terminamos cara a cara en la oscuridad, a pocos centímetros de distancia.
-Todo el mundo está dormido. Llevan años dormidos. Tú parecías… despierta – susurra -. Cierra los ojos, los vuelve a abrir-. Estoy harto de dormir.

(…)

-¿Por qué? – su voz es apenas un suspiro.
Sus manos encuentran mi rostro, sus yemas me rozan la frente, la parte superior de los oídos, el hueco de las mejillas. Por donde toca, esparce fuego. Todo mi cuerpo arde, los dos nos estamos convirtiendo en chispas gemelas de la misma llama brillante y blanca.

-¿De qué tienes miedo? – pregunta.
-Tienes que entender que yo solo quiero ser felíz – apenas puedo pronunciar las palabras. (…) -. Solo quiero ser normal, como todo el mundo.
-¿Estás segura de que ser como todo el mundo te va a hacer felíz?
El más tenue susurro, su aliento en mi oído y en mi cuello, su boca rozando mi piel. Y entonces pienso que tal vez me haya muerto de verdad. Quizá el perro me mordiera y me golpearan en la cabeza y todo esto sea solo un sueño. El resto del mundo se ha disuelto. Sólo queda él. Solo quedo yo. Solo nosotros.
-No conozco otro modo.
No noto que mi boca se abre, no siento las palabras que salen, pero ahí están, flotando en la oscuridad.
-Déjame que te muestre – dice.
Y entonces nos besamos…

¿Porqué los escogí?

Después de leer esto, se convirtieron en mi pareja favorita literaria de todos los tiempos. Lo leí, tuve que aferrarme a la silla, para no caerme y me sentí tan débil que me fuí a dormir. Una siesta no cae nada mal para la recuperación. Recuerdo muy bien que, para la época en que leía este libro, recibí varios correos muy inusuales (uno de los cuales contesté con todo el odio que podían expresar las palabras). Amigos míos, no creo en coincidencias, pero quizás debería empezar. Este libro se convirtió en mi libro favorito y esos dos en una pareja de lo más real, no podría describirla con palabras, no puedo. Por eso mejor divago. Ruego que me disculpen.

Y eso es todo... Hasta la próxima del reto, amigos.

¡Un beso! y cuídense... con mucho cariño... firma,

Reto: Personajes literarios II

Y aquí continuamos con el reto de los personajes literarios, con el segundo punto que es, escoger mi frase preferida del mismo, y aquí va:

Personaje favorito (como vimos en la entrada anterior) es: Sherlock Holmes



Cita favorita:

"Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico aunque imposible es invariablemente lo cierto"

¿Porqué es mi favorita?

Bueno, solo les diré que... es una gran ayuda cuando juegas al detective.

¡Un saludo!

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